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domingo, 30 de enero de 2011

El cazador de Almas - Parte 4

Su alma parecía pura y joven. Sus ojos reflejaban una inocencia y belleza como la de un niño. Sin embargo su mirada era filosa.
Pero su aura, era sombría, malévola. ¿Cómo podía ser esto posible? Pareciera como si sus ojos todavía no asimilaran la oscuridad de su persona. Se llama Erica... Nosé su apellido.
Era perfecta. Su extraña combinación y sus características eran perfectas para el puesto. Además, vi el odio y la nostalgia en todo su ser. Nunca me atreví a ver el interior de los humanos, las almas mas sucias del universo. Pero ella era mi exepción...
Ya había terminado con mis últimas dos almas. Todas las almas que tengo las tengo en mi bolsillo izquierdo de mi saco. Cuando vo el altar de mi Amo, las deposito allí, para su deleite.
Esas almas sucias e impuras. Esas almas, que irónicamente estaban aprisionando al alma más excéntrica y pura, el alma que necesito.
Cuando llego a mi "hogar" me encuentro con las calamidosas escenas como de costumbre. La paz se disipa en este lugar. Ignorando a todos me dirigo al Altar, a depositar las dos almas que me quedaban. Estiro mi mano a la estatuilla con el talismán, y repito la siguiente frase: "In nomine, Diabulus et Belial, Satan, Lucifer et Jahve". Luego, doy media vuelta sin mirar atrás a las almas retorciéndose y gimiendo de dolor siendo absorbidas por la estatuilla.

Era un día nuevo. Debía salir. Debía ver a Erica nuevamente, ganarme su confianza. Como de costumbre, tomé mi saco y partí de la penumbra. Hacía muchísimo calor afuera, en el mundo de los humanos, así que me saqué la pesada vestimenta y la colgué cuidadosamente en mi brazo. Tenía el talismán colgando en mi cuello. El sol me cegaba, era casi imposible divisar el exterior. Solo podía ver la silueta de los arboles en tanta luz y algunas personas pasar y mirarme. Caminé demasiado, hasta que me quedé atontado, pero pude darme cuenta que estaba en la misma esquina que la de ayer, cuando me despedí de la chica. Me senté allí hasta la tarde, hasta que empecé a ver mejor, cuando el sol se ocultaba. Estiré mis piernas y miré al cielo. Alguien se tropezó al pasar.
-¡Cuidado! - Oí la voz de una joven mujer. - ¿Cheos?
- ¿Eh? Todavía recuerdas mi nombre... - Dije con cierto desagrado.
- ¡Sí! Difícil olvidarlo... ¿Qué hacés por acá? - Me dijo un tanto incómoda y desconcertada. Sus ojos reflejaban preocupación. Y no despegaba su mano derecha de la mejilla.
- Sólo medito. Estoy descansando.
- Ah. Yo también... - Hizo una pausa brusca y tragó saliva. - En realidad... estoy escapándome. Me tengo que ir... No puedo detenerme a hablar ahora mismo.
- Entiendo. Hay un alma sucia en tu hogar. No es bueno para tí, ¿no?
- ¿Qué? - Dijo con los ojos humedecidos y comenzó a temblar. - Mirá, no tengo tiempo para charlas, Cheos. Y estoy un poco apurada... Necesito irme ahora mismo...
Cuando emprendió viaje, logro ver que suelta su mano de la cara, la cual divisé un golpe bastante severo, tanto que sangraba.

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