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miércoles, 16 de marzo de 2011

El cazador de Almas. - Parte 7

No sabia que hacían allí, si era obvio que estaba caminando exaltada hacia otro lugar para no hablarles.
La mujer rubia clavo sus ojos en mi, y su sonrisa se borro, sentí un dolor de cabeza que me paralizó, y fue entonces cuando Cheos tocó su hombro y ella miro hacia otro lugar, increíblemente el dolor paro.
-¿Que te pasó en la cara?- Me pregunto él, con una mirada oscurecida.
-Me caí.- respondí mas apresuradamente de lo creíble.
La rubia dejo entrever de nuevo una sonrisa radiante que era para causar envidia a cualquier persona, y mas en mi, ya que debía tener una imagen espantosa en ese momento, sumando mis nervios, y también sin lugar a donde ir.
-Te noto tensa, ¿Tenés algún lugar donde quedarte?-
-Si- mentí. No quería causar más molestias, notaba que no era bienvenida por parte de ella.
Quise dar media vuelta, no veía la hora de irme de esa incómoda situación a la que me habían sometido. Pero Cheos insistió:
-¿Estás segura? - Me lo dijo con la misma frialdad hiriente de siempre.
- Mirá, no quiero molestar. Ya hice reservación en un hotel barato de acá cerca, así que me voy.
-Yo se cuando la gente miente. Lo veo todo el tiempo. Y estás mintiendo. - Me dijo la mujer rubia que estaba callada hasta el momento, con un tono despectivo. -Así que vas a tener que venir con nosotros, si no querés que te pase algo malo, además, están cerrando los comercios. - Me dijo de una forma mas "suavizada". Sinceramente, dudaba que me alquilen una habitación en este estado deplorable. Sentía una cierta confianza y a la vez intimidación por parte de Cheos. La mujer, me intimidaba, pero la veía, entre muchas cosas, sincera. Así que accedí.
- Estamos a una hora de aquí. Es un lugar tranquilo... - Dijo Cheos, con la mirada baja.
- Okey. Muchísimas gracias... - Dije, avergonzada.

Nos dirigimos a un auto, bastante lujoso. Y aunque nose de automóviles, supuse que era un BMW, por el pequeño sello que tenía en el capó delantero. La rubia mujer me dijo "Sube", con un tono antipático y desinteresado, y además agregó "cuidado con la puerta, no la rayes o te mato". Supuse que lo dijo con cierto tono de broma ácida. Cheos se sentó adelante, en el asiento del acompañante mientras la mujer conduciría. Me senté atras y coloqué mi pequeño bolso al costado. Me puse el cinturón de seguridad con timidez. Ellos ni se preocuparon por aquello.
- ¿Estás bien? - Me dijo Cheos, apagado. - Cuando lleguemos te pondrás hielo. No seas estúpida y no te toques más la herida.
- Gracias... Lo voy a hacer. - Dije, con toda la vergüenza encima de mi cuerpo.
Mientras, la mujer, largo varias risitas sarcásticas que sinceramente más que intimidarme me sacaban de quicio. Así que me puse el mp3 a un volumen moderado, por las dudas que Cheos me preguntara algo.
No sabía si era por el cansancio o el estrés, pero el viaje duró más de una hora para mi gusto. Me quedé dormida, y tuve un sueño perturbante, era casi como el anterior.
Me encontraba sola en la oscuridad, y allí apareció de vuelta esa imagen que despertaba las sensaciones salvajes de mi alma. Con su tacto helado posó las yemas de sus dedos en mi frente y comenzó a susurrarme miles de palabras intensas, que no llegué a descifrar. Sentí su respiración precipitada a centímetros de mi cara, y escuché una risa tétrica, triste. Comencé a llorar, en aquel oscuro sueño, en el que no veía nada, excepto una tenue figura de intensa presencia.
Y con un helado beso en la frente, sentía la piel y los labios de un muerto, familiar pero desconocido a la vez, que arrastraba el lado más vivo en mí y lo llevaba al borde del suicidio. Desperté exaltada, casí al borde del llanto, ¿Cómo podía ser que un sueño tan simple y extraño como ese, despertaría aquel lado oscuro de mi alma, al borde del abismo, de la angustia?
Todavía estábamos viajando en el auto. Cheos me miró. Estaba serio, inerte, como siempre. Yo, agitada, aterrada. Y lo que más me había aterrado era ver esa reacción, esa presencia. El ver a Cheos antipático a mi situación, como si supiera lo que me sucedía, pero sin hacer nada al respecto, y, además, esa mujer, frívola y absorbente, que sólo conducía (y a velocidades extraordinarias), sin prestarle atención a nada ni nadie.
Mi herida comenzó a doler otra vez. Cheos volvió a mirar al frente sin articular palabra. Yo miré por la ventana, y sólo veía espesos árboles en un estrecho camino. Esto no quedaba cerca de mi casa. Ni siquiera a una hora de mi casa.
- ¿Dónde estamos? - Dije mientras guardaba mi mp3 en el bolso.
- Cerca. - Contesta Cheos. - Pero no te duermas porque sería inútil.
- Okey. - Miré hacia la ventana.
Ya me empecé a asustar. Entre el silencio con dos casi desconocidos y en medio de un bosque que seguramente se encontraba más que lejos de casa, mis pensamientos desbordaban en el horror. Me volví paranoíca. ¿Y si me secuestraban para luego matarme? Total, nadie me buscaría. ¿Y si pertenecen a algun tipo de secta? ¡Qué estúpida fui al dejarme convencer! ¡Al terminar viajando con dos personas que apenas intercambié palabra! ¡Además que me mintieron, diciendo que me llevarían a un lugar mas o menos cercano, pero terminé en un lugar completamente aislado!

Pero por otro lado, ¿A quién más iba a recurrir? Tal vez me tomé eso de "una hora de aquí" como algo muy literal. Seguramente no está tan lejos. Pero luego miré la hora y me sorprendí.
- ¡Las dos de la madrugada! - Dije exaltada. - ¡Pero si salimos a las once! ¡Viajamos por tres horas!
- El atajo estaba cerrado. - Dijo la mujer, con asquerosidad.
Aunque no le creí, preferí callarme la boca, para evitar escucharla. Una leve llovizna comenzó a caer, y comenzó a hacer frío. El camino estaba oscuro, lo único que iluminaba el lugar era el caro automóvil, que se movía con una elegante y prolija trayectoria.
Sin darme cuenta, ya estábamos llegando. Me di cuenta, porque el auto se detuvo, en un portón, de hierro con rejas de forja, formando elegantes decoraciones, con las rejas de hierro masizo de color negro, con pequeñas gárgolas de cemento en las columnas de roca a la vista de los costados del alto portón, dando un toque espeluznante, elegante y antiguo. Parecía un poco descuidado, aunque el césped del terreno estaba corto y prolijo, en medio del bosque. Había un enorme candado. Cheos bajó del coche y de su sobretodo sacó una llave de hierro, muy elegante, como sacada de una novela victoriana. Con un poco de esfuerzo logró abrir el candado, y así, el pesado portón. La mujer entró con el caro vehículo, y Cheos cerró el portón y volvió a subir al auto. La conductora comenzó a conducir despacio, porque obviamente estabamos adentro de la casa, al menos, estábamos en el patio.
El terreno parecía ser amplio. No se veía con claridad debido a la oscuridad y la lluvia, por lo tanto no pude ver nada, excepto una fuente que parecía ser cara, antigua y preciosa, como todo lo que hasta ahora había visto. Ahí fue cuando empecé a pensar de que Cheos era, probablemente, un hijo malcriado y rebelde de ricachones. Mi miedo disminuyó por esa estúpida suposición.

El coche definitivamente había parado ahora. La mujer apagó el motor y abrió la puerta; y Cheos también. Se dejó escuchar el fuerte ruido de lo que antes era una leve llovizna. Cuando estaba a punto de cerrar la puerta del coche, la joven mujer me dijo con sequedad: "baja, ya llegamos."

Así que obedecí. Pero antes, abrí mi mochila y vi un saquito que tenía en el bolso, lo agarré y me cubrí la cabeza. Miraba al suelo, seguía los pies de Cheos y la mujer. El saco en mi cabeza y la tormenta no me dejaban ver nada más.
De repente, un escalón de madera, de apariencia vieja pero resistente se atravesó en mis botas. La lluvia ya no me tocaba, estaba en el frente, el pórtico de la casa. Cuando alzé la mirada, vi algo impresionante. La casa no era nada más ni nada menos que una hermosa casona antigua.

*
Escrito por Kath y Eve.

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